enero 23, 2024
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La Fiscalía de Sonora mantiene discreto silencio ante aparición de nuevas fosas clandestinas

ecilia Flores, del colectivo Madres Buscadoras, de Sonora
ecilia Flores, del colectivo Madres Buscadoras, de Sonora

El pasado 13 de diciembre, una familia fue a buscar leña a la zona de El Choyudo, en la costa de Sonora, al norte de México. Recogieron troncos y ramas y los cargaron en la plataforma del camión. Era temprano. Subiendo nuevamente al vehículo, emprendieron el camino de regreso a casa, cuando, de repente, una de las ruedas cayó en una especie de agujero. A diferencia del suelo que lo rodeaba, el suelo allí era blando y el neumático se había hundido. Aceleraron para intentar salir, pero no pudieron. Cuando bajaron a ver qué pasaba, notaron, atrapado en la llanta, algo que los sorprendió, un mechón de pelo largo. Parecía el cabello de una mujer.

“Se cerró el pozo, pero la tierra estaba blanda y se cayó la rueda”, dice Cecilia Flores, del colectivo Madres Buscadoras, de Sonora. “Cuando quisieron sacar el camión, le arrancaron el pelo a la mujer de entre las ruedas”, añade. Flores contó este lunes a EL PAÍS el inicio del último horror en México, la antesala del descubrimiento de la última red de fosas clandestinas que ha aparecido en el país, en estos tiempos de guerras localizadas. Hasta este lunes, dice por teléfono desde Hermosillo, ya han aparecido 56 cadáveres en 33 fosas, uno de los cementerios más grandes localizados en los últimos años.

Región deshabitada, nadie había escuchado nunca que los delincuentes utilizaban las zonas de El Choyudo como cementerio clandestino. “No habíamos oído hablar de este lugar. Nunca”, dice Flores, quien sufre la ausencia de dos niños, desaparecidos, uno en 2015, cerca de Los Mochis, en Sinaloa, y el otro en 2019, no lejos de El Choyudo. El 13 de diciembre Flores y sus compañeros arribaron a la zona. Ya era tarde, así que no tuvieron mucho tiempo. Aun así, encontraron cuatro tumbas.

Al día siguiente, cuando se notificó a la Fiscalía del Estado, continuaron con la búsqueda. Hicieron como lo han hecho grupos de familiares de personas desaparecidas en todo el país en los últimos años, olfateando el suelo, buscando grietas, terrones de tierra blanda, síntomas de acción criminal. “Ese día localizamos 19 tumbas y excavamos cuatro. Había al menos 11 personas. Todos los cuerpos estaban enteros. Sólo en una fosa estaban quemados y en otra estaban muy deteriorados”, explica la mujer.

Por ahora la Fiscalía de Sonora ha mantenido un discreto silencio. Cuestionado por este periódico, un portavoz de la agencia ha reconocido que están trabajando en la zona, pero que de momento no tienen más información que compartir, ni un número mínimo de víctimas, ni un posible origen, nada. Echa de menos la postura de la Fiscalía, ante la franqueza de Flores, quien, más allá de las cifras, ha informado del hallazgo de “cuatro o cinco identificaciones” provenientes de la zona de Guaymas, al sur de El Choyudo.
Flores dice que la Fiscalía incluso entregó ya dos de los cuerpos encontrados en las fosas, gracias precisamente a las identificaciones allí encontradas. Se trata, explica, de un niño y una niña. Una vez localizados sus documentos, el colectivo Madres Buscadores publicó la información en sus redes, lo que permitió a sus familiares contactarlos, acudir a la Fiscalía y dejar sus muestras genéticas. El cruce del ADN con el de los cadáveres permitió una rápida identificación, explica la mujer. La Fiscalía no ha proporcionado detalles de este caso.

Flores dice que en los últimos días de la semana pasada y los primeros de esta se han suspendido las labores de rescate. Los enfrentamientos entre grupos criminales en zonas cercanas a Hermosillo han impedido la libre circulación en la zona. La Fiscalía del Estado reconoció este domingo la muerte de 12 presuntos delincuentes por las balaceras del sábado en la carretera que conecta a la capital con Bahía Kino. “Volveremos el jueves”, explicó la mujer.

México vive una crisis de violencia desde hace casi 20 años. La proliferación de grupos criminales, cada vez más pequeños y mejor armados, somete amplios territorios del país a una guerra de baja intensidad, siempre latente. A veces, la vida transcurre con cierta normalidad, si los ataques de extorsión de los grupos permiten algo similar. Pero otras veces, la guerra desata tiroteos, secuestros masivos, etc. Cementerios clandestinos como el de El Choyudo –o antes en Puerto Peñasco, Sonora, o los de Colinas de Santa Fe y Arbolillo, en Veracruz, o muchos otros en muchas regiones del Estado – son un ejemplo de la guerra. En todo México, el Gobierno cuenta por miles, más de 5.500 a finales del año pasado.

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